martes, 22 de julio de 2014

VITORIA BIEN VALE UNA CRÓNICA



VITORIA BIEN VALE UNA CRÓNICA


Parafraseando a Enrique IV, al que se le atribuye la famosa frase de 
“París, bien vale una misa”, creo que la expedición “correca” a la
 capital alavesa “bien vale una crónica”.
Quizás un buen momento para sentarse a escribir una crónica sean las 24-48
horas posteriores al evento, cuando nuestra “movilidad reducida” nos 
invita a aferrarnos a una silla, sopesando la utilidad del nuestro movimiento 
frente al dolor intenso que de cualquier mínima maniobra física. De hecho, 
se habla de triatletas que han sido sondados para evitar el esfuerzo titánico 
que supone acercarse al WC, bajarse los pantalones y demás menesteres, 
triatletas que restringen las comidas a una al día para evitar los escalones 
de la cocina o la admiración inusual del jefe de turno cuando el recién 
finisher permanece inalterable en su mesa de trabajo durante todo el turno sin 
levantarse ni una sola vez para el recado más nimio. No obstante, las
 sensaciones, como el buen vino, necesitan cierto reposo.


EL HUEVO O LA GALLINA
No se sabe quién fue antes, si el Triatlón de Vitoria o JA Lacomba. Lo 
cierto es que ambos se enzarzaron hace meses en una carrera sin fin en el que
 cada día que pasaba se sumaba un “correca” a la lista de convocados. El
grupo crecía y crecía, hubo que cambiar de móvil porque no cabían más 
contactos en el wuasaps, se construyeron nuevos hoteles, se mejoró la 
autovía Valencia-Vitoria y se estableció personal de guardia en
Nazaret/rotonda de Mascamarena para “guardar la ausencia”. Al final, el
 otrora inventor de la “Conga” consiguió reunir una expedición más
 numerosa que la del hogar de jubilado de mi barrio cuando regaló hace años 
un viaje a Benidorm “all included”.

COMUNIÓN A LAS 14.30H
De hecho, el mito se engrandeció aún más cuando logró aunar a todo el
 grupo en una histórica comida de comunión el día previo al evento
 deportivo. “Organizator” convirtió un escuálido café de galería 
comercial en un inmenso comedor en el que corrían los platos de pasta, las
 obligadas cervezas pre-competición y corrían y corrían las nuevas 
generaciones correcas, benjamines inquietos pero educados que al día 
siguiente derrocharon aún más energía en animarnos a todos. Como no podía 
ser de otra forma, los “plato estrella” fueron los tiempos de paso, la
 cantidad de geles que se podían ingerir antes de llegar al fracaso 
multiorgánico (por toma de sustancias altamente artificiales) y por supuesto, 
como no, quien se iba a calzar a quien.

LA EQUIPACIÓN DE MILEY CYRUS
Tema estrella de la comida: el nuevo maillot. Pese a que el nerviosismo 
pre-competición podía distorsionar las primeras impresiones, los malos
 augurios se cumplieron 24 horas más tarde. La Editorial Doyma, dueña del
prestigioso “Manual de Dermatología” acaba de lanzar la primera edición
 de “Rozaduras del triatleta; localización, tratamiento y profilaxis”
 donde expone una valiosa ayuda para combatir la aparición de tan molestas 
“erosiones”. Aunque sin duda, lo más llamativo de la nueva prenda es que 
haya pasado a formar parte del atuendo habitual de la famosa cantante, más 
conocida por su ligereza al vestir que por su voz. Y es que no hay tejido con
 más capacidad de “transparencia” que el del nuevo equipaje. Ha pasado ya
 una semana y no me puedo quitar de encima la imagen de las nalgas de uno de 
mis compañeros cuando lo adelante en el sector ciclismo.

Y LLEGO EL GRAN DIA
Me gustaría poder escribir sobre la dureza de los entrenamientos, de la 
dificultad de completar el plan propuesto y de la satisfacción de llegar a 
este día con los “deberes hechos”. Pero una vez más, debía asumir otra 
vez mi papel de popular, más bien “triatleta extremadamente popular” y 
tocaba tirar de experiencia, fondo de armario y escroto (aunque eso lo hacemos 
todos) en vez de kilómetros y kilómetros de bici y carrera. Pero pegarse el
madrugón, ver la cara de felicidad de mi compañero de habitación 
(privilegio alcanzado el suyo tras superar diversos castings, prueba de 
selección e informes detallados) y compartir un copioso desayuno con el resto 
de eufóricos y también felices compañeros, superó con creces los miedos e 
indecisiones.
En el autobús de camino a la salida, uno de los noveles participantes atiende 
estupefacto al diseño del plan de ataque del “dúo calavera” (a la
sazón, Salva y servidor). La misión estaba clara, salir del agua sin
 ahogarse, coger la bici y apretar sin fin hasta “torrefactar” al
 mismísimo Lacomba. Nunca una palabra tan absurda y sin sentido dio tanto 
juego. Primero porque ambos salimos juntos del agua, a la par, como si el
 hecho de haber pernoctado juntos (pero no revueltos) nos hubiera sincronizado:
 Segundo, por el absurdo detalle de que e sa salida conjunta la hicimos antes
 que nuestro objetivo y por lo tanto, nuestro absurdo plan quedó descabezado
ya de inició. Más de un triatleta aturdido tras la T1 recuerda haber sido 
superado por dos inconscientes al grito de “torrefacción, 
torrefacción”…en fin, la maldita hipoxia.

BAZAR CICLISTA

En general acudimos perfectamente equipados a estos eventos. No obstante, si
 alguien acude a Vitoria y se olvida algo, que no se preocupe. Algunos 
kilómetros de socavones llenan la carretera de bidones, bombonas de aire, 
cámaras, etc. Así, si uno no tiene prisa, se equipa perfectamente. Veinte 
horas tardaron los equipos de rescate en sacar de un bache a un pobre 
triatleta que comiéndose una barrita se despistó y se hundió 20 metros en
 uno de ellos.

SEGUNDA TRANSICIÓN
Probablemente las cabras, por el mínimo detalle de andar a cuatro patas todo 
el día, tienen su columna vertebral acostumbrada a la posición horizontal. 
Los triatletas, en general andamos erguidos y por lo tanto, tras más de cinco 
horas cruelmente inclinados sobre un escueto acople haciendo “la cabra”, 
tenemos unas ganas inmensas de dejar la bicicleta, reincorporarnos y empezar a
correr. Y fue en ese dulce momento, cuando a lo lejos oí claramente mi
 nombre. Lógicamente nunca hay sospechas de que se puedan referir a otro
 competidor, si se oye mi nombre, soy yo. Hago acopio de fuerzas, fijo la 
mirada en la lejanía y una marea verde totalmente entregada corea mi nombre,
 con tanta fuerza que nadie diría que se han pasado cinco horas haciendo un
“half”. El resto os lo podéis imaginar, salgo de la T2 cual res en la 
cuesta de Santo Domingo (7 de julio, Pamplona) y con un subidón de moral que 
nunca olvidaré empiezo a correr (gracias de nuevo compañeros).


SABOREANDO VITORIA
Una ciudad con encanto dice el folleto.
Pasado el efecto balsámico de la primera animación, me doy cuenta que este
año olvide que nuestro deporte se llama triatlón porque aúna tres deportes,
el último de los cuales es correr. “Vaya despiste Argi”….pensé,
“bueno, no te preocupes……total, corres 42 kilómetros y se acaba
todo”….”es verdad, pues corriendo que es gerundio”…Y eso hice,
pensado que alguna vez sería bueno que cumpliera un plan de entrenamiento,
capaz de balancear con éxito las tres disciplinas. Pero bueno, metido en
faena, había que salvar los muebles y administrar las fuerzas. Aunque como
en los viajes, si vas despacio saboreas mejor las cosas. Así, saboree una
ciudad señorial, con unos parques preciosos y una gente que vive el deporte
como en ningún sitio.


Pero sin duda, si algo saboree fue cada paso por delante de nuestra AFICIÓN. 
No por muy repetido perderá su importancia. Solo los que participamos podemos
 comprender lo reconfortante que es sentir el apoyo de toda la expedición 
“correca”. En un alarde de material, disponíamos de pancarta y megáfono, 
y la disposición estratégica a lo largo del recorrido hacia que sintieras 
ese apoyo durante mucho tiempo. Es más, tal fue su organización, que habían
 dejado sin cobertura un apartado sector del circuito, lo que te permitía
 andar tranquilamente sin el sofoco de sentirse observado.


Dice nuestro maestro y máximo veterano que el IM empieza en el km 20 y es
 verdad. La tercera vuelta es crítica y desnuda vilmente todas tus carencias. 
Aquí es donde hay que darlo todo y aguantar. No solo lo sé, sino que me lo
 recuerda el gran José Sanchís cuando me rebasa….”esto es muy duro tío,
 muy duro”.

Pero bueno, “no hay mal que dure cien años” y toda la pena purgada tiene 
su recompensa en la última vuelta. Tal como si te hubieran enchufado un
 gotero con cincuenta “nolotiles”, el dolor desaparece y te permite
 disfrutar de una última vuelta mágica. El último paso por la Plaza,
 completamente abarrotada de gente que te corea sin cesar es indescriptible. Ni
 el mismísimo Fernando Alonso traza mejor la última curva (repleto de
 correcas enarbolando la ubicua pancarta). Aunque dicho sea de paso, en este 
último momento se precisa algo de frialdad para no salir con “cara de Mr.
Bean” en una foto que luego obligatoriamente tendrás que enseñar a mucha
 gente.

El resto es fácil de extrapolar. Mezcla indisoluble entre cansancio y
 alegría. Una sobredosis de geles te impide comer como es debido y una
 sobredosis de sudor te impide acercarte a nadie con quien compartir un abrazo
 (a menos que este también lleve dorsal y por lo tanto, este inmunizado). 

Aunque una vez repuesto, recoges tu “fusil” y de nuevo al frente. Queda 
uno por llegar y merece nuestro apoyo, y el gran Quique completa el recorrido
como un verdadero campeón. Solo así, con la “íntima satisfacción del
 deber cumplido”, te enfrentas con tranquilidad al duro trance de doblar la 
rodilla, meterte en la bañera del hotel y deshacerte de las algas del
pantano, el azúcar de los geles, la vaselina y la abundante crema solar y la 
coca cola que se desparramó en el último avituallamiento. Solo entonces, 
re-quemado y exhausto pero limpito, empiezas a saborear el éxito de haber 
finalizado una prueba que una vez completada, te otorga la confianza vitalicia 
de que cualquier cosa que te propongas (seguramente mucho más importante que
 un IM) eres capaz de hacerlo, siempre que hayas volcado en ello todo tu
 esfuerzo.

Nuevamente, muchas gracias a TODOS por esos preciosos momentos.
Argi